Heme aquí, sumergido en los silencios del torrencial aguacero que debe mojarle hasta el alma a quien lo escucha. Los silencios son, en realidad, los que componen al mundo. La música suena bien no por la cantidad de notas que componen su esqueleto sino por la magistralidad con la que se han separado y dispuesto. Así mismo, el mundo está compuesto por los apacibles silencios que permiten masticar un evento y disponerse para otro..
A mi mundo le han llegado ruidos, redundancias e impertinencias que a menudo se hacen insoportables, no me he permitido prolongar mis silencios y quizá por eso me siento tan consumido por el tedio y el agotamiento, no me he permitido silenciarme los párpados para que en su esquizofrénico tictaqueo dejen de derretirme las paredes.
Soy un existencialista, un extremista que no escucha porque no soporta las mediocridades ni los consuelos y es claro que es ese el pan de cada día en tan simplón entorno. He dispuesto mi vida en una perspectiva tan trascendental e inconforme que me es difícil encontrarle sentido incluso a las más mundanas costumbres y en contrapeso me he ensimismado en nimiedades, en pequeños universos mágicos e increíbles, en placeres que cada día me consumen más. Creo estar enamorado y ese es mi placer más peligroso, disfruto inmensamente de lo que pocos en realidad disfrutan y es eso mi tesoro más envolvente.
Soy un gato y como gato poco me interesa la moda, el ruido y la apariencia.
Soy un gato y como gato disfruto ver a los demás pudriéndose desde mi tejado.
Divago más de lo imaginable y saco tiempo libre de las más traginosa rutina, he pensado que es esa la causa de mi existencial pensar, que es esa la raiz de mi inconformidad latente y furiosa. Los colmillos de mi mente, ahogados en esa furia, han desgarrado realidades cristalinas que a mis ojos se vuelven comunes y monótonas, los colmillos de mi mente están tan recostados en las nubes y tan impregnados de colores y letras que se oponen a embriagarse con los grises tan sociales que los robots imbéciles prefieren.
Esta especie no es más que una manada de parásitos primitivos trantando de ser robots, no es más que una logia de dependientes necesitados de placeres efímeros y de supuestas seguridades insulsas que se consiguen en cualquier esquina, esta especie a la que pertenezco parece obtener placer en la retrogresión, placer en los placeres que no hacen parte del paraiso con el que yo sueño.
Mientras muchos sueñan con paraisos malditos, contaminados, restringidos y reglamentados...
yo sigo soñando con paraisos artificiales, con esos con los que Baudelaire seguramente también soñó.
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